Tiempo muerto

Ramiro Galarraga

I

En la profundidad de la tierra el fósil se mantiene oculto como habitante de una época distante. Cuando es descubierto los arqueólogos requieren de maniobras precisas para no estropear las señales del tiempo. Se trata de cuidar el diente, la calavera, el planeta viejo. Se trata de cobijar el hueso como un secreto y la huella como un mapa. El fósil se convierte entonces en un exiliado, en un muerto que traspasa las barreras del pasado para ser testigo inusual del presente.

II

La tarea arqueológica se parece a la sensación de regreso, una vuelta atrás a la materia que promete explicaciones sobre un mundo que ya no existe. Al igual que la presencia de los muertos para Despret, la intromisión del fósil no es igual a la condición viva ni a la inactividad total de la defunción: no está confinado a la dependencia del recuerdo sino que tiene maneras de ser reales a partir de modos de presencia que importan.

III

El modo de presencia del fósil y de los muertos se replica. El espectro está y no está, exige la atención del momento porque no siempre se descubre. Es y no es, habita la frontera entre lo virtual y lo real, entre sus propósitos implícitos y las fábulas que cada quien puede contar. El espectro actúa de modo misterioso, arrastra mensajes, venganzas y afectos de inusitadas consecuencias.

IV

Capturar el espectro supone distinguir materialidad y temporalidad. Intangible, apenas visible y audible, puede volver del pasado para exigir pendientes irrealizados o constituirse en providencia del futuro que dicta el últimatum sobre lo que será.  Para Despret remitir la relación entre los muertos y los vivos a la era espectral es no tomarse en serio ni a los muertos ni a los vivos que los sostienen en su existencia: que les hablan, que los acogen en sus sueños, que les escriben, que aprenden a reconocer sus solicitudes. Para Fisher, por el contrario, lo importante sobre la figura del espectro es que no puede estar completamente presente: no es un ser en sí mismo pero señala una relación con lo que ya no es más o con lo que todavía no es. El espectro no como algo sobrenatural sino como aquello que actúa sin existir físicamente.

V

Una temporalidad mixturada: lo que ya no es más, lo obsoleto, permanece como una virtualidad que en realidad es, como la traumática compulsión a repetir un patrón final. Lo que todavía no es refiere a lo que no ha ocurrido pero ya es efectivo virtualmente. Para Fisher se trata de un duelo fallido, de no dejar ir al fantasma o de la negación del fantasma a abandonarnos. En la lenta cancelación de futuro para imaginar alternativas al capitalismo, lo que debe asediar no es la mejora de ideales ya realizados sino la convocatoria a futuros perdidos que alguna vez supieron disputar otras posibilidades de mundo.

VI

El mundo también muere: una y otra vez se convierte en testigo inusual de sí mismo. ¿Es posible desandar la contradicción de la aceleración que transforma todas las cosas a la vez que las vuelve arcaicas? Actualización y obsolescencia parecen formar parte de un presente desfallecido que no se ajusta a las realidades que ya nacieron. La exigencia de la aceleración provoca el vértigo de quedarse afuera de nuevas realidades pero al final también se hace arqueología con los muertos y los espectros que unen el antes y el después.

VII

El lenguaje de un chat como el árbol que combate el desierto. La búsqueda de futuros distintos parece ser la tarea convocante en un entramado de temporalidades y existencias múltiples. Si la idea dominante del duelo concierne solo a los vivos en la gestión del vínculo con los fallecidos (Despret), cómo se puede establecer una política de duelo alternativo que derribe el dualismo de la existencia y la virtualidad, y a la vez reponga una relación con el tiempo que no solo sea el miedo a lo nuevo que invariantemente se vuelve viejo. ¿Es posible acelerar sin repetir lo que todavía no es y desacelerar sin repetir lo que ya no es?

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