Subcedencia Weird

Santiago Ciordia

 

Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica. Saben que un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos. Hasta la frase «todos los aspectos» es rechazable… – Borges, Tlon, Uqbar, Orbis, Tertius.

La razón cínica se ha estado lamentando del neoliberalismo como si fuese el ineludible psicópata Cthulhu; ella ama este tipo de lenguaje fatalista. Pero ontológicamente el neoliberalismo es bastante pequeño en comparación con un oso polar… Este tipo de teórico de la ideología[…] ha logrado con tremendo éxito transformar la tierra en una tubería de extinción con un estrecho diámetro temporal. – T. Morton, Humanidad. Solidaridad con los no-humanos.

Quizá mejor sea olvidar al universo, vamos a pelear. – El mató, El universo.

 

I

Circula en el campo de la teoría una hipótesis estimulante: habitamos la zona definitiva del post-antropoceno global. Esto indica que quizá sea mejor olvidar todo un conjunto de conceptos fundamentales para la tradición crítica. El lenguaje solo intenta replicarse, es un virus que nos sobrevivirá. Relajarse, respirar, confiar: nuestra carcaza humana se desprende y nuestro mutante interior pasea ante “la inminencia de un tiempo posthumano irreductible a nuestra producción de subjetividades contemporánea: un futuro weird del que nada humano podrá salir indemne, habitado por mutantes, cyborgs y quimeras”. Toda esa risible parafernalia política de la democracia y la igualdad, esa catedral en ruinas de lo que alguna vez quiso ser lo humano, se incendia, se derrite y se funde en un continuo extraño.

II

La teoría parece no poder sino dedicarse a pensar perturbaciones escalares. El tiempo de un individuo, el tiempo de una clase social, el tiempo de una nación, el tiempo de una especie, el tiempo geológico, el tiempo de las estrellas, el tiempo de la red micélica, el tiempo del espacio interestelar. Segundos, milenios, días, eones, siglos. Siglos dentro de años, eones condensados en segundos, objetos que emiten geometrías y temporalidades ondulantes, diversas. Se perturban entre sí, rompen la linealidad desafiando a la imaginación para forjar una trama, desafiando a la ficción y al pensamiento a no pensar ya la historia, sino el tiempo como tal, y también su doble espectral: el no-tiempo. Si “al final, todo solo existirá en los recuerdos de la gente”, entonces la extinción por venir o las múltiples extinciones no-humanas indican el fin de los tiempos.

III

La idea de perturbación escalar excluye la idea de continuidad: si las escalas chocan, es porque las relaciones entre ellas no son como la que parece tener una pieza con la totalidad del rompecabezas. Hay algo que no encaja: una irreductible equivocidad del pensamiento. Esta es indisociable de la sensación de lo extraño. Hay una enorme cantidad de seres que no podemos percibir “como un todo a partir de una escala humana tridimensional normal”. Y una vez que aceptamos esto, lo mismo vale para las consecuencias especulativas que se pueden extraer de cualquier objeto, real o hipotético. La idea de que la relación interescalar es de perturbación supone que lo extraño que se manifiesta en una escala incide o distorsiona, aunque sea de modo opaco, lo que sucede en las demás.

IV

Nuestro objeto es lo extraño. Lo convoca un clima: desastre ecológico, tecnocapitalismo, disonancia cognitiva, incertidumbre, colapso psíquico. De nuevo: la sensación de lo extraño. Islas enteras bajo el agua, inusitadas extensiones incendiadas, temperaturas por encima de los 60°C, aún de los 80°C. Se pierde el volumen de hielo más grande de la historia registrada del deshielo antártico ¿Tal vez vamos dejando de medir el tiempo en años y ahora lo medimos en grados Celsius? Son noticias de los últimos días, solo que para pensarlas entran en juego elementos relativos a escalas que no sólo exceden la inmediatez noticiosa, sino que socavan el historicismo humano. ¿A las perturbaciones escalares también “le gustan las simetrías y los leves anacronismos”?

V

Michel Nieva en La infancia del mundo postula un 2272 distópico: ha desaparecido el hielo, dando lugar a que capitales petroleros británicos financien un ámbito turístico argentoide, geo-ingenieril, en el lugar más frío del planeta: una Antártida post-invernal de 40°C. Los pocos adinerados del mundo vacacionan allí, mayormente viro-financistas, especuladores de la industria farmacéutica ante probables emergencias sanitarias virológicas. La novela parece una breve retrospectiva o un siniestro prólogo a este año particularmente catastrófico (y probablemente el menos catastrófico del resto de tu vida), a la vez que ejemplifica (y parodia) de manera contundente lo que entendemos por ciencia ficción extraña. La distopía de Nieva es una alternativa a lo distópico, catastrófico, post-apocaliptico, hegemónico, siendo todo eso a la vez: es una colapso que podría leerse como una reivindicación o triunfo de oprimidxs imposibles, en una narración tramada frenéticamente mediante bucles temporales ontológicos.

VI

En el prólogo de Ramiro Sanchiz a Mundo Weird, lo weird se define como un continuo no humano, un proceso de “incepción lovecraftiana… [que] ha hackeado el ADN de la ficción, la literatura y la teoría”. Este proceso se amplía, se viraliza, contamina y contagia, y va tomando incluso la realidad. El fenómeno weird se explica como un proceso anidado en la literatura como sistema. Escribe Sanchiz: lo que entendemos (en términos humanistas) como literatura es en realidad un sistema de “flujos complejos de codificación lingüística que producen obras y autores -y no viceversa”. Todo acontecimiento intrínseco al sistema es una “pauta emergente”, lo que excluye todo agenciamiento humano. Es, en un sentido, como el “espíritu absoluto” de Hegel. Lo que escribimos es autopóiesis del tecnocapitalismo que nos infecta, pensándose a sí mismo en lo que creíamos que eran nuestras obras. Este proceso parece abrirse en emergencias hipersticionales, cada una con su “pasado a cuestas” (que siempre habrá sido cierto). Esta posición, además de generarnos más miedo que fascinación, es ontológicamente cuestionable.

VII

En Lo raro y lo espeluznante, Mark Fisher explora lo extraño “en bruto”, lo extraño sin necesidad de mediación cultural. Así como las perturbaciones weird dan lugar a ficciones formateadas por esta exaltación especulativa, también “se adhieren a ciertos espacios y paisajes físicos”. Retomando a Levi Bryant nos cuenta que “hay un sentido muy real en el que las ruinas presentan una especie de forma cuasi-fenomenológica de pensar más allá del correlacionismo o ese marco filosófico en el que solo podemos pensar la relación entre el sujeto y el objeto y nunca considerar ninguno de los dos términos, aparte y en sí mismo… ¿Qué pasa si lo inquietante de las ruinas no es que estos lugares contengan rastros de humanos que ahora se han ido, sino que nos presentan la presencia de cosas más allá y aparte de lo humano?” Esto no constituye un menosprecio de las ruinas, sino una consideración de las mismas como lugar de embrujo y privilegio epistemológico. Aunque convoca esfuerzos teóricos de distinto tipo, la (extraña) idea de lo cuasi-fenomenológico también habilita una modalidad no mediada necesariamente por la teoría.

VIII

En el cuento Covehithe, China Miéville narra una irrupción de lo desconocido: monstruos no-muertos (ensamblajes semovientes de barcos hundidos y otras adherencias) se levantan de la profundidad oceánica destruyendo ciudades para succionar petróleo de la tierra. Mas allá de este registro, no obedecen patrones claros de comportamiento. Aparece una recurrente descripción de una iglesia en ruinas, junto a un cementerio, donde se han seguido practicando ritos clandestinos. Este paisaje, uno interpreta que por contraste con lo paranormal, no produce miedo. Hay un elemento tal vez discutible en la frase final del relato. Ante la necesidad humana de gestionar el fenómeno paranormal, vuelve el foco hacia las ruinas: están “finalmente con permiso para derrumbarse”. Pero la realidad es que los procesos de ruina no necesitan permiso. Sí podrían necesitar las ruinas algún tipo especial de cuidado. Su valor o su poder no radica en rectificar versiones de la historia ni en su potencial de convertirse en museos. El pensamiento extraño que suscitan resulta ecológicamente ineludible.

IX

Cuando Levi Bryant habla de cuasi-fenomenología nos remite a Graham Harman y su ontología orientada a objetos (OOO). El punto de partida es el elemento distintivo de Heidegger sobre la fenomenología de Husserl: el objeto no es ante todo un objeto-para-la-conciencia sino que es un objeto sensual en retirada, sustraído de toda relación. Esta teoría constituye un explícito “realismo weird”. En él un objeto nunca es una presencia simple, sino una apariencia (su pasado) y su retirada (su futuro, su doble espectral que acecha como posibilidad indeterminada, un real inaccesible que, por su impensable cantidad de posibilidades, hauntea, fascina, cautiva e inquieta).

X

La idea de “continuo” presenta serios problemas, sobre todo cuando una totalidad sistémica pretende incorporar emergencias hipersticionales y elementos perturbadores. Sin una brecha entre entidades,no es posible la perturbación. Si postulamos hipersticiones – “cantidades ficcionales que se hacen realidad a sí mismas” (Negarestani)-, debemos aceptar que hay una ruptura tal que lo que aparece en el orden de lo existente no estaba contenido como posibilidad en un conjunto previamente disponible. He ahí el carácter necesariamente sustractivo de la hiperstición, que incluye retrocausalidad: dada la pauta emergente, el pasado se reconstruye de manera que siempre esa pauta hubo sido posible.

XI

Timothy Morton: “la ideología ontológica actual, obsesionada con los procesos, supone que la emergencia es un tipo de maquinaria básica que mantiene al mundo unido a la vez que genera nuevas partes del mundo”. Un Todo que subsume sus partes, un Mundo, una Naturaleza, un Universo, o cualquier otro real ubicado teóricamente en una posición meta respecto de todo lo demás, es un efecto estético, es decir: una ilusión que mantiene nuestros sueños intactos. Una pauta emergente es un objeto sensual, una apariencia que requiere al menos una percepción/traducción. Esto significa que es un objeto sensual, por lo tanto al menos una entidad real se retira de nuestro acceso. Esta crítica vale tanto para esta variante del post-humanismo como para otros tipos de “holismo”, como la idea de Gaia. Un todo más real que la suma de sus partes: el todo es más que la suma de las partes.

XII

La idea de Mundo Weird es un oxímoron. Lo extraño es ante todo la ausencia de algo así como un mundo, o una meta entidad absolutamente presente y ya consumada por encima o por detrás de todo flujo especulativo en torno a la temporalidad. Deberíamos abrazar más bien la subcedencia como rasgo ontológico: el todo es menos que la suma de las partes. Hasta en el más estandarizado y predeterminado de los sistemas, las partes son algo más que partes reemplazables de ese sistema. Salta una tuerca de una máquina-X a todo ritmo. Pasa a ser algo más que una tuerca de la máquina, pasa a ser un golpe letal en el ojo de un ser viviente. Una hoja de un libro es más que sí misma: puede ser un origami o un avioncito de papel. Parece estúpido, porque es bastante obvio. Advertir lo simple: todo existente está atravesado por una diferencia respecto de sí mismo.

XIII

Ontología y política: “el neoliberalismo es físicamente vasto, pero ontológicamente pequeño”. Pretender salir de él, en términos del posthumanismo anti-humanista es “creer en algo más trascendente que está en nuestro origen y nos diferencia del mundo por el que nos movemos”. Una crítica ideológica OOO afirma que “uno no puede acceder al exterior de su modo de acceso; sin embargo, esto no significa que los modos de acceso y los datos sean todo lo que hay”. Lo que nos acecha (y promueve la búsqueda de “otras maneras”) es el inevitable exceso de las partes en relación con el todo. Fisher: “ser un sujeto es ser incapaz de pensar en uno mismo como algo que no es libre, incluso aunque uno sepa que no lo es”. En Morton esto se traduce en solidaridad con los no-humanos, aquellos que nada demuestra totalmente que sean libres o que no lo sean, porque lo mismo sucede con nosotros. Podemos ser humanistas y de izquierda, por motivos ontológicos y políticos a la vez: “La izquierda debería ser capaz de hablar sobre humanidad, porque si no lo hacemos, habremos cedido ese nivel de discusión a BP y al Silicon Valley”.

XIV

La teoría y la ficción encuentran en el weird un imaginario disponible para hablar del futuro y lo desconocido. La política hegemónica (“realismo capitalista”), quedó anclada en el cortoplacismo electoral. Frente a ello, creer en la humanidad: una militancia como humanidad sub-cedente, acechada por sus partes, por su microbiota, por su violencia, por su historia, por lo desconocido, por el futuro, por el antropoceno. Como especie somos menos que eso, estamos en relación de intimidad con los no-humanos, nos constituyen al tiempo que nos exceden. Entonces: una humanidad que es solidaridad con los no-humanos. Los metafísicos de Uqbar entendían perfectamente el problema de los sistemas y las totalidades, solo que por las razones ontológicas equivocadas: la metafísica como rama de la literatura fantástica. La literatura extraña es parte de una realidad extraña, como lo es la ontología del realismo extraño. El resto es, entre otras cosas, literatura a secas.

XV

El cuento “Amor de Gulrumbo” de Luis Carlos Barragán hace de la viralización de parásitos psíquicos producidos por alucinaciones de Ácido Lisérgico Dimensional una dinámica ontológica análoga a la que postula la teoría anti-humanista del “continuo weird”. Pero el cuento pone en la voz del narrador la contracara de la aparente fascinación masiva. Una vez que éste prueba la sustancia, descubrimos que atrapados en el interior de sí mismos, drogadictos infectados sufren su éxito basado en la productividad, la funcionalidad y el consumo, y ni siquiera pueden expresar su dolor, pues se encuentran incapacitados de formular otras palabras que no sean las de la promoción de la droga. Esta produce “gulrumbos” alucinatorios que se hacen carne gestándose tras invadir la carne de quien consumió. De este modo trasponen el plano psíquico hacia la materialidad o realidad común. Son bichos como pokemones, pero siniestros y demandantes, causantes del éxito y el sufrimiento perpetuo a la vez. Es una advertencia. Si lo extraño puede ser un método especulativo o un imaginario a partir del cual indagar en lo desconocido, deberíamos por lo menos abandonar la presunción según la cual no hay alternativa a lo peor de lo que hay ni a lo peor de lo que puede llegar a ser.

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