Acto de presencia

Isabel Naranjo

 

 

Algo en el presente no va como debería ir. La sensación de extrañeza respecto del tiempo en que se vive constituye una de las formas que, en el curso de la historia, ha asumido la experiencia del tiempo en diversas sociedades. No obstante, el desajuste actual apareja una singularidad: la velocidad con la que ocurren los cambios. Con frecuencia, esta profunda crisis social de desintegración de la subjetividad ha sido diagnosticada metafóricamente como “déficit de atención”. Esta dimensión de la experiencia contemporánea exige una reorganización radical de la atención a partir de la constante interrupción y el acoplamiento incesante. Una nueva orientación que exige sustraerse del tiempo bajo la forma de una presencia diferida, una práctica sensorial que elude la observación cuidadosa del detalle en la entrega al vaivén delineado por lo flujos de información.

¿Es posible o siquiera deseable reconvertir la forma actualmente predominante de la atención? Una mente nunca está escindida del ambiente en el cual se encuentra, está moldeada por una serie de estímulos que interpelan cada uno de los sentidos preparándolos para ofrecer respuestas y oportunidades de acción. Pero sobre todo, una mente es una historia. Es el resultado del impacto de la experiencia sobre la configuración preestablecida, la posibilidad de imprimir una huella a partir de la respuesta dada a cualquier incentivo externo. En este sentido la atención, entendida como un proceso cognitivo que orienta a los seres en el mundo, se encuentra indefectiblemente determinada por el entorno circundante.

El panorama mediático vigente y en vertiginosa evolución, conformado principalmente por los medios de comunicación en red, transforma la manera en como las sociedades humanas han dispuesto su atención favoreciendo un “estilo cognitivo” que privilegia los múltiples flujos de información y un alto nivel de estimulación en detrimento de un régimen de concentración que demanda largos períodos de tiempo y la cancelación efectiva o la suspensión de buena parte del ambiente circundante. Estos dos modelos han sido denominados por la crítica literaria Katherine Hayles como hiperatención y atención profunda y revelan una acentuada brecha generacional asociada a un aumento en el ritmo de los estímulos visuales y una mayor complejidad de las tramas entrelazadas a los que cada vez nos encontramos más expuestos. Así mismo, el tiempo necesario para el reconocimiento de una imagen es menor con el paso de los años. Esto quiere decir que las sinapsis de los cerebros más jóvenes, ha sido conducida por componentes propios de los medios de comunicación contemporáneos.

La materia prima de la escultura autoesculpida, esa hermosa imagen donada por Catherine Malabou para auxiliarnos en el entendimiento de la actividad cerebral es, entre otras cosas, una abigarrada mezcla de repertorios digitales viajando a velocidades exorbitantes por extensas redes distribuidas por todo el planeta. Esta precipitación de información y estímulos hace que la atención se desplace en una búsqueda intensiva de variedad y rapidez con una bajísima tolerancia al aburrimiento implicado en la concentración que demanda un solo objeto con exclusión de los incentivos externos.  Más que un déficit, la atención actual sufre un fraccionamiento entre diversas tareas en un rango cada vez más corto de tiempo relegando a un segundo plano aquel grado de abstracción necesario en la lectura de un libro, la resolución de un problema matemático, la contemplación de un paisaje o la realización de un viaje, la escritura de un texto. La percepción del tiempo trastocada por un torrente de datos codificados entre el 1 y el 0.

Retornemos por un momento a la inflexión propuesta de la atención actual como un sencillo acto de presencia. Esta expresión puede asumir dos sentidos: el que indica el carácter protocolar de asistir a un lugar en el cumplimiento de una obligación, sin un interés genuino, y aquel que se refiere al valor del acto en el sentido dado por Sylvia Molloy a las autobiografías hispanoamericanas: una doble presencia en la vida y en la escritura, una intensificación de la presencia. Asumiendo el riesgo de tergiversar la elección de un título en beneficio del análisis que me propongo, he optado por la tentativa de analizar el carácter de la atención contemporánea en el marco de esta doble acepción asumiendo, no sin nostalgia, la pérdida de ese lujo relativo que significa la capacidad de entregarse a la lectura penetrante frente a la necesidad de entrenarla para encarar la velocidad de los cambios en el entorno.

La naturaleza de las transformaciones que le han dado forma al mundo contemporáneo plantea la urgencia de reflexionar sobre las facultades adaptativas de la atención a contextos de alta velocidad, intensos en información y rápidamente cambiantes que se han traducido en reconfiguraciones sinápticas permitiendo ratificar una coevolución del cerebro humano con un entorno en el que el consumo de los medios de comunicación es un factor dominante. Esta constatación, sin embargo, no significa que no sea posible una nueva reorganización de los patrones de actividad neuronal. El proceso conocido como neurogénesis secundaria parece permitir que la experiencia personal de un sujeto imprima regularmente su marca en el seno de las redes neuronales reivindicando la condición plástica del sistema cerebral y admitiendo la acción de tecnologías tan poderosas como la lectura para asegurar el éxito de la misma. De esta manera, la conjugación de los dos “estilos cognitivos” mencionados anteriormente, a través de estrategias pedagógicas que no den por supuesto la superioridad inherente de uno sobre otro, ofrece un nuevo horizonte respecto al estatuto de la atención contemporánea. ¿Será posible establecer una frontera entre la tentativa de cautivar o capturar?

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