¿Y si ya no es el capitalismo, sino algo incluso peor?

McKenzie Wark

 

Puede que ya no sea suficiente añadir adjetivos para adaptar el concepto de capitalismo al presente: capitalismo tardío, capitalismo neoliberal, capitalismo biopolítico, capitalismo cognitivo. Este enfoque trata el concepto de capitalismo como una esencia que tiene apariencias cambiantes, pero que permanece eternamente igual.

La cuestión del fin de la dominación del capitalismo como modo de producción no es un tema que haya recibido demasiada atención. Para sus devotos, no tiene fin, ya que esta dominación es en sí misma el fin de la historia. Para sus enemigos, sólo puede acabar en comunismo. Pero esto es teología. Si el capitalismo ha de ser útil como concepto histórico, la cuestión de sus fines debe permanecer abierta. Habría que preguntarse al menos si ya ha sido superado por otro modo dominante. El concepto de capitalismo es teológico precisamente en la medida en que las preguntas sobre su posible superación siguen sin respuesta.

 

Desplazar el foco de la investigación hacia las fuerzas de producción de la información

Las teorías sobre su unidad e identidad a lo largo del tiempo tienden a centrarse en el análisis de las relaciones de producción. De El Capital se puede extraer un marco teórico bastante notable, que aparece en forma negativa a través de la crítica de los conceptos teológicos de la economía política burguesa. Este marco conceptual es tan robusto que hay pocos fenómenos que se resistan a ser interpretados como apariencias superficiales de estos conceptos, cuando se plantean como su esencia oculta. Sin embargo, hay dos cosas que se escapan de este procedimiento. En primer lugar, que la economía política burguesa que Marx tomó como objeto de crítica es actualmente una pieza de museo. En segundo lugar, que en este enfoque sobre las relaciones de producción, las fuerzas de producción reciben muy poca atención.

Esto es problemático porque el dinamismo de estas fuerzas producción bajo el capitalismo ha sido ciertamente uno de los puntos más destacados por la teoría. Pero si las relaciones de producción pueden entenderse teóricamente, las fuerzas de producción no. No se prestan a una visión conceptual abstracta de un maestro pensador. Sólo pueden conocerse realmente a través de la producción colaborativa de conocimiento crítico por parte de los propios trabajadores del conocimiento, en los diversos campos que colaboran juntos. Hoy en día, esto incluye a quienes tienen conocimientos de tecnología de la información, ciencia de los materiales, biología computacional y muchos otros campos. Estamos muy lejos de las máquinas de vapor de la época de Marx.

¿No podemos pensar que se han producido suficientes transformaciones en las fuerzas de producción como para liberarse de las cadenas de un modo de producción estrictamente capitalista? Debemos tener cuidado en distinguir dos versiones de esta cuestión. La primera versión busca una justificación teológica para el surgimiento de algo nuevo, para verlo como el fin de los aspectos más problemáticos del capitalismo desde el punto de vista de la apologética burguesa. Pero la versión más importante de la cuestión podría ser preguntar si lo que ha aparecido además y por encima del modo de producción capitalista es algo cualitativamente diferente, que está generando nuevas formas de dominación de clase, nuevas formas de extracción de plusvalía, incluso nuevos tipos de formaciones de clase.

 

Clase hacker y multitud

Esto es más o menos lo que he tratado de analizar desde el Manifiesto Hacker (2005). El surgimiento de la información como fuerza de producción material ha intentado durante mucho tiempo escapar de los confines de las relaciones de producción existentes, y en particular de las formas de propiedad. Durante un tiempo se creyó que lo único que podía constituir realmente la base de un bien común era la información. Esto destruyó la antigua industria cultural. Los productores de información empezaron a pensar no sólo en términos de su oficio o intereses comerciales, sino también en términos de un interés de clase.

Los llamé la clase de los hackers, es decir, los que producen información, los que marcan la diferencia, pero que no poseen los medios para darse cuenta de su valor. El problema era concebir, como un problema de alianza externa, la relación entre dos clases dominadas, una de las cuales agrupa a los trabajadores como productores de lo mismo, mientras que la otra agrupa a los hackers como productores de diferencias. Pensada como una relación externa entre las clases, la acción combinada entre ellas aparecía como un problema a resolver, en lugar de suponer que se les daba de antemano un carácter común dentro de la multitud.

La articulación de los intereses de una clase de hackers como clase también tenía sus propios problemas internos. Al igual que ocurre con los trabajadores de distintos oficios, a los hackers que operan en distintos medios les resulta difícil pensar juntos en sus intereses comunes. Lo que les empujó a converger fue el rápido desarrollo de una forma jurídica que trataba los productos de todo tipo de creación como formas de propiedad cada vez más abstractas y estrictamente privatizadas: la llamada propiedad intelectual. Sea cual sea el medio en el que trabajen, desde las artes hasta las ciencias, la creatividad de la clase hacker se plasma en forma de propiedad privada.

 

El dominio de la clase vectorial

Al menos eso es lo que parecía ocurrir en los primeros años del siglo XXI. Lo que no preveía entonces era la aparición de una técnica completamente diferente de captación de valor impuesta a la creación. Aunque todavía hay fuerzas entre la clase dirigente que quieren confiar la creación a formas cada vez más estrictas de propiedad privada, algunos han adoptado la visión completamente opuesta a este esfuerzo. En lugar de restringir o vigilar la libre creación, esta estrategia alternativa ha consistido en trasladar su captura a un nivel más abstracto. La producción de información puede subcontratarse a personas que no son empleados (non-labor), a personas que trabajan (work) pero que ni siquiera necesitan ser remuneradas – y el valor agregado de su producción de información puede entonces capturarse y tratarse como un recurso que puede ser monetizado.

Este nuevo tipo de clase dominante se beneficia no tanto de la apropiación de una determinada cantidad de plusvalía como de la explotación de una asimetría informativa. Esta clase da, a veces incluso como regalo, acceso a la ubicación de la información que se busca. O te permite montar tu propia red social. O te permite realizar una determinada transacción. O te proporciona las coordenadas de un determinado lugar del planeta diciéndote lo que se puede encontrar allí. O te dirá cosas sobre tu propio ADN. Pero mientras cada uno recibe esta información ad hoc, esta nueva clase dirigente recogerá toda esta información en su conjunto. Sólo ellos estarán en condiciones de extraer valor de esa información agregada, y sólo ellos podrán aprovechar el valor de lo que todo ello significa en términos de estado de cosas reales y potenciales.

En la práctica, esta clase dominante emergente de nuestro tiempo insiste tanto, en paralelo, en la contención de los actos particulares de creación, en forma de propiedad privada, como en el acceso a la actividad creativa colectiva, a través de la cual puede obtener el valor agregado. Yo llamo a esta clase dominante la clase vectorialista. Si la clase capitalista es dueña de los medios de producción, la clase vectorialista es dueña de los vectores de información. Posee vectores extensos de comunicación que atraviesan el espacio. Posee vectores intensivos de cálculo que aceleran el tiempo. Tiene los derechos de autor, las patentes y las marcas que captan la atención o asignan la propiedad de las innovaciones técnicas. Posee los sistemas logísticos que gestionan y controlan la disposición y el movimiento de cualquier recurso. Dispone de los instrumentos financieros que representan el valor de cada recurso y que permiten la evaluación y valoración colectiva de todas las posibles combinaciones de estos diversos recursos.

Esta clase vectorialista pasa a dominar no sólo a las clases subordinadas, sino también a las demás clases dominantes. Al igual que el capital ha dominado la propiedad de la tierra, subsumiendo su control sobre la misma en una forma de propiedad más abstracta y fungible, la clase vectorialista ha subsumido y superado al capital apoyándose en una forma de valorización más abstracta. Gran parte del valor de las grandes empresas multinacionales adopta ahora la forma de propiedad de la información. La fabricación real de las cosas puede ser subcontratada a una masa de capitalistas que compiten entre sí y que siempre están obligados a mantener y mejorar las inversiones reales en los medios de producción.

 

Una alternativa al gran relato marxista

Este breve repaso de la superación del capitalismo como modo dominante tiene la ventaja de permitir que muchos rasgos de la vida contemporánea, a menudo considerados por separado, aparezcan como aspectos de un único desarrollo histórico. El auge paralelo de la tecnología, la financiarización, el neoliberalismo y la biopolítica aparecen como efectos de la misma transformación de las fuerzas de producción, que ejerce presión sobre las relaciones de producción, dando lugar a la aparición de una nueva clase dominante.

En la narrativa histórica estándar, a finales de la década de 1970 las fuerzas de trabajo habían luchado contra el capital hasta el punto de inmovilizarlo dentro del mundo desarrollado. En esta narrativa canónica entre los análisis que se llaman marxistas, la financiarización y el neoliberalismo vienen al rescate del capital para salvarlo de esta parálisis. ¿Pero cómo? ¿Qué medios materiales han hecho posible la financiarización? ¿Qué fuerzas sociales subyacentes han permitido que las ideas neoliberales parezcan incluso plausibles como instrumentos políticos? ¿Por qué coincide con la aparición de las «nuevas tecnologías» como industria?

En la reescritura de esta historia que estoy esbozando, todos estos desarrollos encajan, pero de una nueva manera. El capital buscaba una salida al callejón sin salida de la confrontación con las demandas de los trabajadores, en un momento en el que la mejora de los antiguos medios de producción ya no daba sus frutos en términos de aumento de la productividad. El capital pensó que podía encontrar una forma de esquivar la confrontación con los trabajadores apoyándose en el vector de la información. La globalización, la desindustrialización y la subcontratación lo liberarían del poder de los trabajadores para bloquear el flujo de producción. Jugar con el vector de la información no sólo permitiría una producción más abstracta y más flexible, sino también la promoción del consumo, a través de la financiarización de la vida cotidiana. Los trabajadores, como productores, se encontraron con que sus puestos de trabajo se habían trasladado a otra parte; pero los trabajadores, como consumidores, vieron restaurado su poder adquisitivo, al menos temporalmente.

 

¿El fin del capitalismo?

Este escenario, sin embargo, tropezó con una astucia de la historia: lo que al principio parecía ayudar al capital a derrotar a los trabajadores en el mundo desarrollado resultó ser una derrota para el propio capital. Las nuevas fuerzas de producción, que permitieron esta superación de los trabajadores, se convirtieron en las nuevas fuerzas de producción dominantes. El poder sobre la cadena de valor ha pasado de la propiedad y el control de los medios de producción a la propiedad y el control de los soportes de información. Están surgiendo nuevas industrias y nuevas multinacionales, lo que se llama el sector de las «nuevas tecnologías». Pero en realidad todas las empresas se han reorganizado cada vez más en torno a la propiedad y al control de la información.

Un vistazo a algunas de las mayores empresas multinacionales revela que muchas de ellas ya no fabrican los productos que venden. Este es el trabajo de los subcontratistas capitalistas que compiten. Los que todavía fabrican lo que venden, ahora sólo ganan una pequeña proporción de su valor en bolsa o del precio de sus productos. Así, tenemos industrias alimenticias que poseen principalmente carteras de marcas, empresas farmacéuticas que consisten principalmente en carteras de patentes, empresas de automóviles que obtienen la mayor parte de sus beneficios de los préstamos para automóviles, empresas de informática que no fabrican sus computadoras y marcas de ropa que consisten principalmente en complejas cadenas de suministro basadas en la información, etc.

El control de la cadena de valorización a través de la propiedad de la información se extiende a la vida misma. Por eso también, por cierto, ya no es pertinente reivindicar el vitalismo del trabajo vivo frente al capital como trabajo muerto. No es el capital como tal, sino el vector que penetra en nuestra carne y la controla en términos de información, vigilando nuestros estados psicofísicos, modificando nuestras funciones con señales químicas, patentando diversos aspectos de su diseño. Lo que está en juego no es ni bios ni polis, sino un determinado régimen de propiedad de la información que se extiende al interior del organismo. Las nuevas fuerzas de producción, tal como han surgido en nuestra época, son también fuerzas de reproducción y circulación.

El poder de la clase vectorial no es cognitivo ni un poder sobre el general intellect. Funciona tanto con el ruido, la volatilidad y la desinformación como con cualquier tipo de inteligencia o razón. Se extiende tanto al ámbito de la corporeidad humana e incluso de la sexualidad como al del intelecto. Las formas del orden artificial que crea no son extensiones o imitaciones de la cognición humana, sino algo totalmente diferente. Este modo de producción no puede interpretarse utilizando las categorías conceptuales hermenéuticas derivadas de una crítica de las relaciones de producción del capitalismo de las máquinas de vapor del siglo XIX. De hecho, ahora comprendemos lo incompleta que era y sigue siendo la crítica de Marx. Incluso su comprensión crítica del capitalismo sigue pensando en él, metafóricamente, al modo de una gigantesca máquina de vapor disfuncional, lista para explotar en cualquier momento debido a presiones internas no reguladas. Marx no fue capaz de concebir la información en el sentido contemporáneo del concepto, porque no es el que produjeron las fuerzas de producción de su tiempo.

 

¿Por fin marxistas?

En lugar de leer los textos de Marx como una crítica de las relaciones de producción apoyando una hermenéutica de la sospecha que detecta la operatividad del capital como el retorno de lo mismo bajo cualquier fenómeno, quizás necesitemos otro método. Podríamos empezar por invertir el movimiento: leer la ausencia de un concepto explícito de información en Marx como un síntoma del subdesarrollo de las fuerzas de producción que sólo son capitalistas. De esta manera, podríamos finalmente leer a Marx históricamente, pero desarrollando una lectura eminentemente marxista de su obra. Traer este experimento de pensamiento a nuestro presente nos ayudaría a pensar en la especificidad histórica del momento contemporáneo. Al fin y al cabo, ésta era la gran potencia de Marx. Su presente no se parecía a su pasado. Su tiempo tenía características nuevas, que exigían conceptos adecuados a la novedad del momento. Esto nos invita a pensar, paradójica y provocativamente, que cualquier teoría en la que el presente parece ser esencialmente igual al pasado de la época de Marx, con sólo algunas diferencias de apariencia, no puede pretender ser realmente marxista, ya que tal fidelidad constituye necesariamente una traición a su verdadera fuerza teórica.

Probablemente podemos dejar esas cuestiones teológicas para los fieles, que de todos modos son una secta aislada y en retroceso. En su lugar, he aquí una cuestión que hay que situar en el centro de un verdadero programa de investigación: ¿cuáles son las fuerzas actuales de producción y cómo pueden comprenderse eficazmente bajo un modesto conjunto de conceptos? ¿Cómo dan lugar estas fuerzas de producción a formas de poder de clase, y cómo ha configurado este poder de clase la forma particular que han adoptado estas fuerzas de producción? ¿En qué puntos pueden las clases dominadas –obligadas a vivir en una economía general que alinea las fuerzas de producción con el único interés de la clase dominante– hacer valer su propio poder de acción y su autonomía? ¿Qué otro mundo es todavía posible, dado el daño que esta economía general ha hecho al mundo con los medios que ha desarrollado hasta ahora?

 

[Traducción de Emmanuel Biset y Pedro Sosa]

 

Publicado originalmente en: https://www.cairn.info/revue-multitudes-2018-1.htm

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